mayo 03, 2024

CUANDO NUESTRO DIRECTOR NO HABLA DE FUTSAL

UNA PREGUNTA “DESCONCERTANTE”

El hijo del vecino (*) está aprendiendo a caminar. De a poco, va dejando de gatear y se anima a pararse. Luego da un pasito y se cae. Se levanta, da dos pasos más y vuelve a caerse. De vez en cuando llora y pide que sus papás lo alcen. También quiere que le traigan un autito apoyado a varios metros de distancia. Ellos están felices, aunque no le dan el gusto, porque saben que si lo levantan o le alcanzan el juguete, al nene le costará más aprender. Los padres sufren si deben decirle que “no”, pero entienden que su hijo, a veces debe golpearse para progresar, y disfrutan cuando ven que mejora en su aprendizaje. En su pequeña cabecita, en cambio, el bebé quizás no consiga explicarse el motivo de un comportamiento tan “malvado” de sus papás. Pero ellos lo aman. ¿Qué duda cabe de eso?

La Palabra de Dios indica que fuimos hechos a Su imagen y semejanza. No es nada extraño, por ende, que la manera de educar a nuestros hijos tenga una conexión muy estrecha con el modo en que Dios trata con nosotros. Nuestro paso por la vida incluye golpes. No cómo los que se da el hijo del vecino. Pero al igual que el niño, muchas veces nos preguntamos desconcertados: ¿por qué, si Dios está tan cerca como dice, no hizo nada para evitarlo? ¿Por qué no me ayudó? ¿Por qué permitió que esto pasara? Si consideramos este ejemplo, la explicación está muy clara.

Para entenderlo mejor todavía, hay que lograr reconocer que tenemos un Padre que todo lo sabe, que todo lo ve, que todo lo entiende. También, aceptar que de Él depende cada paso que damos. Él prometió ayudarnos aquí en la tierra y llevarnos con Él por toda la eternidad si no lo rechazamos. Pero así como el pequeño niño no puede hacer mucho sin sus padres, tampoco nosotros, iremos muy lejos, si pretendemos apartarnos de nuestro Creador.

Dice la Biblia: Porque yo soy el Señor, tu Dios, que sostiene tu mano derecha; yo soy quien te dice: “No temas, yo te ayudaré”. Isaías 41:13.

(*) El hijo del vecino podrías ser vos o yo. O cualquier hijo de vecino.

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