octubre 23, 2020

HISTORIAS MÍNIMAS… Y FUTSALERAS

 

Hoy: Un robo en Avellaneda

El viernes 9 de agosto de 2000, en el estadio de Racing, jugaron la Argentina y Guatemala. Era el tercer amistoso de una serie de tres, como parte de la preparación de ambos seleccionados para el Mundial que se disputaría unas semanas más tarde en este país centroamericano.

El equipo de Larrañaga se impuso sin mayores dificultades a su inferior oponente, dirigido por el brasileño Ferretti. Pero la anécdota no está vinculada a lo futbolístico sino a un incidente personal que tuve en mi llegada al gimnasio racinguista. ¿Qué sucedió? Cómo cada viernes desde junio del ’98, durante el calendario futsalero, era día de aparición de La Voz del Futsal. La diferencia, era que este viernes en particular, no habría reunión dirigencial en AFA –donde distribuía la revista entre los delegados- ya que la Comisión estaría
en Avellaneda.

En lugar de dirigirme al edificio de la calle Viamonte, yo también me encaminé hacia el escenario del amistoso internacional. Portando una caja de revistas, me subí a un colectivo en el centro porteño y descendí en la Avenida Belgrano, dispuesto a recorrer las pocas cuadras que me separaban del destino futsalero. Habré caminado sólo unos metros, por una de las calles que cortaban Belgrano, cuando me crucé con un muchacho que venia del lado contrario. Ya era de noche y no había más gente en las inmediaciones. Antes de que el cruce finalizara, el chico, de unos 16 o 17 años, se arrimó a preguntarme si tenía una bolsa. Extraña pregunta, que encubría otra intención. Apenas atiné a responderle, cuando disimuladamente me mostró un revólver plateado que llevaba entre sus ropas. Estaba siendo asaltado. Le entregué los billetes que llevaba en la riñonera. Serían el equivalente a 300 o 400 pesos de hoy. Procuré conservar la calma e incluso ser amable, tanto que le ofrecí las monedas que guardaba en otro compartimiento. No las quiso. El chico nunca se mostró agresivo, aunque tampoco dubitativo. Unos segundos después del robo, continuó su trayecto hacia el centro de Avellaneda, mientras yo seguí caminando hacia el gimnasio de la Academia.

Veinte años atrás, no había llegado el “furor” del robo de teléfonos celulares. Mucha gente todavía no los tenía y los pocos que había eran muy básicos. Yo llevaba conmigo, supongo que dentro de mi mochila, un viejo modelo de color gris y tapita, marca Movicom. Me alegré de que no me lo hubiera sustraído. Cuando llegué al estadio el partido ya estaba jugándose. Finalmente, la Selección goleó 11 a 4. El día anterior ganó 9 a 3 y el miércoles, lo había hecho por 11 a 0.

Foto: Argentina y Guatemala, posando juntos luego de medirse en cancha de Racing.

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