enero 19, 2024

CUANDO NUESTRO DIRECTOR NO HABLA DE FUTSAL

EL COSTO DE LA TRANSGRESIÓN

Un joven de 13 años le contaba a un compañero de escuela que nunca fumaría. Su padre era fumador y él no soportaba el humo del tabaco. El joven sabía lo mal que hacía el cigarrillo. Pero a los 17 años, aquel chico se había convertido en fumador, al igual que el padre. Es que cuando comenzó a salir de noche, las influencias quebraron sus convicciones. La importancia que le daba a mantenerse sano, perdió la batalla frente a al vicio y al bienestar que le producía el hecho de sentir que gracias a fumar, subía de nivel entre los chicos de su edad. 

Así funciona la conducta humana ante tantas situaciones. Hasta cierto punto, nos mantenemos al margen de lo que sabemos que está mal. Pero una vez que transgredimos una norma y vemos que aparentemente no nos pasa nada malo, le tomamos el gustito y seguimos haciéndolo sin remordimiento. En cierto momento, nos acostumbramos tanto que ya no lo vemos cómo algo negativo. Y si nos señalan el error, decimos que el equivocado es el que intenta corregirnos.

El pecado, de tan instalado que está, pasa por la vida de las personas con la apariencia de ser algo natural. Cuando la gente lo practica, tiene la sensación de que “no pasa nada”. Entretanto, los que procuran no involucrarse en el pecado, son vistos como fanáticos, culposos, débiles y quién sabe cuántos adjetivos más. Sin embargo, llegará el día en que deberemos presentarnos ante Dios, que nos pedirá cuentas de lo que hemos hecho. De no poner nuestros asuntos en orden con el Creador, ese día Él deberá decirnos cuál es el precio de la desobediencia. Así como el cuerpo, quizás, en algún momento también le pase la factura al fumador que, sabiendo el riesgo que su actividad implicaba para su salud, no quiso dejarla de lado.

Un sustento bíblico:

Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Yeshúa (Jesús) El Mesías, nuestro Señor. Romanos 6:23.


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