EN COMUNICACIÓN PERMANENTE
Nuestro día atraviesa diferentes circunstancias. Tenemos momentos de alegría, preocupación, expectativa, frustración, tristeza, cansancio… Por la mañana una noticia nos puede poner de buen humor, pero quizás la rutina haga que ese estado se convierta en fastidio. A la noche podríamos recuperar la sonrisa aunque es posible que nos invada la ansiedad por lo que afrontaremos a la mañana siguiente. Los vaivenes emocionales son una constante en la vida del ser humano.
Nuestro Creador lo sabe y está dispuesto a acompañarnos en cada paso que demos. Nos invita, también, a confiar en Él. A hacerlo partícipe de los momentos buenos y malos que estemos atravesando. ¿Cómo lograrlo? Muy simple: contándoselos. Solicitándole ayuda para resolver un problema, pidiéndole perdón por algo, agradeciéndole lo positivo que nos pasó hace un rato o expresándole cómo estamos de ánimo… Así cómo lo hacemos con un buen amigo. Esto es lo que conocemos como oración. No hace falta que sea en voz alta, ni con elaborados discursos. Tampoco debe ser en un lugar determinado. Acostados en la cama, sentados en la silla, caminando por la calle. En la escuela, en el trabajo… No existen los límites para comunicarse con el Señor, que escucha y entiende cada pensamiento y cada palabra, por más sencilla que sea.
Animémonos a poner en práctica la oración, el extraordinario recurso que se nos ha dado para permanecer unidos con Dios a través de la fe. Incluso si le confiamos dudas que tienen que ver con Él mismo, el Señor siempre estará listo para tendernos Su mano fiel.
Un sustento bíblico:
Oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Yeshúa (Jesús) El Mesías. 1 Tesalonicenses 5:17-18.
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