marzo 13, 2021

CUANDO NUESTRO DIRECTOR NO HABLA DE FUTSAL

PERMÍTANME ESTE CONSEJITO. 

Cuidarnos de los ídolos.

En general, es enorme la cantidad de posibilidades que en el mundo de hoy, las personas tienen para entretenerse. Una serie de televisión, un programa de radio, un cantante, un equipo de fútbol… Son sólo algunos ejemplos de lo que nos ofrece la sociedad actual. No es difícil dejarse seducir por la cantidad de opciones de diversión que disparan a toda hora los medios masivos de comunicación y resulta fascinante entregarse, de acuerdo a nuestras preferencias, a uno o más pasatiempos, de los tantos disponibles.
Pero hay algo que los medios de comunicación no nos dicen, y que debemos tratar de advertir por nosotros mismos: el orden de prioridades. Si le damos más importancia (o le dedicamos más tiempo) del que merece a ciertas cosas, postergando otras, podríamos estar alterando un orden natural, y metiéndonos en problemas.
Cuando un club de fútbol se transforma en algo más amado que nuestra familia, cuando una banda musical (y los ejemplos podrían seguir) está por encima de las obligaciones cotidianas, algo no anda bien. Lo peligroso, es no darnos cuenta de esto, ya que los mismos medios de comunicación que frecuentamos todos los días, se encargan de divulgar las infinitas bondades de estos "ídolos", que no siempre son personas de carne y hueso, sino que forman parte de un conjunto tan amplio que hasta se podrían incluir temas como el trabajo en exceso o la ambición por hacer dinero.
Tan sólo con mirar el estado de esta sociedad -violenta, desbordada por las dificultades-, podríamos concluir que mucha gente ha quedado atrapada en la red, y que ésta es una de las causas de su decadencia. En la antigüedad la gente adoraba ídolos como ser estatuas o imágenes, así como hoy, la idolatría se ha depositado en torno a individuos y/o entidades que nos alejan de lo verdaderamente preponderante, elementos entre los cuales se encuentran el amor hacia el prójimo y hacia nuestro Creador.

Un sustento bíblico:

Los que confían en vanos ídolos su {propia} misericordia abandonan. (Jonás 2:8).

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