marzo 19, 2021

CUANDO NUESTRO DIRECTOR NO HABLA DE FUTSAL

PERMÍTANME ESTE CONSEJITO. 

Comprender que si falla el hombre, no hay sistema que valga.

Los debates acerca de cuál es el mejor sistema de gobierno llevan siglos, milenos tal vez. En nuestro país y en el exterior. Sin ir más lejos, la famosa "grieta" que la Argentina sufre desde hace años, tiene su origen en las opiniones enfrentadas de diferentes grupos, que debaten enarbolando su idea como la mejor. Si se realiza un análisis más profundo del tema, se podrá apreciar que a lo largo de la historia las posturas sobre las políticas gubernamentales no son sólo dos, sino que alcanzan grandes cantidades.
Monarquía y república, dictadura y democracia, derecha e izquierda… Esta ajustadísima síntesis, podría simbolizar el gran abanico de sistemas utilizados desde que el mundo es mundo. Sin embargo, en mayor o menor medida, todas fracasaron. La historia demuestra que el hombre no encuentra un sistema que  lo ayude a salir de una crisis cada vez más preocupante. Tanto a nivel país como a nivel planeta. Una crisis que se presenta encarnada en la economía, la desigualdad social, las guerras, el medioambiente, etc.
¿Por qué no hay un sistema que sirva? La respuesta radica en que no es el sistema el problema: el que falla es el hombre. Su egoísmo, codicia, ambición desmedida, son las que lo están conduciendo hacia el abismo. La corrupción que lo caracteriza, es una gran explicación de los males, pero no es únicamente un defecto de los gobernantes sino de la población en general, pues ellos no son una raza aparte sino una muestra de lo que es la gente a la que gobiernan. Alguien dijo que si se pudiera implementar que cada persona de la Tierra, tuviera a partir de hoy, la misma cantidad de dinero y posesiones, aparentemente el problema estaría solucionado, pero que en un tiempo, las cosas volverían a estar igual, porque las miserias humanas harían fracasar cualquier método.
Ante una realidad tan triste como esta, no existe un camino de regreso. Pero aunque el mundo no tenga remedio, para los individuos que lo habitan sí queda una esperanza: la de aceptar la obra redentora de un Mesías que se llevó a la muerte y anuló los pecados de cada uno de los que reconozcan esta verdad. 

Un sustento bíblico:    
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados. (1 Juan 4:10).

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