diciembre 09, 2022

CUANDO NUESTRO DIRECTOR NO HABLA DE FUTSAL

ODIOSA COMPARACIÓN

Nos comparamos con otra gente todo el tiempo y casi sin darnos cuenta. Aparentemente esto no es grave, pero el problema, surge porque sin ser conscientes de ello, podemos dañarnos nosotros y a las personas con las cuales nos comparamos. La gente se compara, por ejemplo, en lo que respecta a bienes materiales. Si un pariente gana tanta plata, yo quiero ganar más. Si tiene tal auto, quiero tener uno mejor. También la ropa que usamos llama a la comparación. Las personas, suelen compararse en relación a quienes tienen más amigos o vida social. El cuerpo y la personalidad son objeto de comparación constante. Y así, muchísimo más… Por más que parezca que esto pertenece al mundo de los adultos, ya desde pequeños, los niños empiezan a comparar quien hizo los mejores trabajitos en el jardín, o quien obtuvo la mejor calificación en la escuela.

Esta competencia, tan absurda a veces, origina problemas en el colegio, en la familia, en el trabajo… Al margen de lo que ocurra con el prójimo, también hacer crecer el sufrimiento propio, porque si al comparar vemos que no conseguimos lo que sí consiguió el vecino, posiblemente caigamos en una frustración que nos lleve a estar mal por quien sabe cuánto tiempo.

Evitar entrar en este terreno no es fácil, porque la sociedad nos empuja a que midamos fuerzas constantemente. Podemos comprobarlo con las competencias en la TV, los concursos de belleza y tantas cosas… Pero si caemos en la comparación, también podemos apelar a la oración, un recurso mediante el cual compartimos nuestras dificultades con el Señor, quien con Su sabiduría, nos ayudará a hallar la solución. Para Él -que nos creó-, la comparación no tiene sentido: cada persona es única, nos ama como somos e incluso nos da el valor que nosotros mismos nos quitamos. Y si queremos mejorar lo que estamos haciendo mal, también estará disponible para respaldarnos en eso.

Un sustento bíblico:

Pero el Señor le dijo a Samuel: —No te dejes impresionar por su apariencia ni por su estatura, pues yo lo he rechazado. La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón. 1ª Samuel 16:8.

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