PERMÍTANME ESTE CONSEJITO. No acudir como último recurso.
Varias veces me he topado con opiniones que dejaban trascender este concepto: “Yo creo en Dios, he pasado por necesidades y le he pedido ayuda, pero no pasó nada”. Este pensamiento en tono de resignación, desalienta a personas que incluso afirman ser creyentes. La fe de estas personas, posiblemente, se había debilitado al no hallar resultados esperados en la oración. ¿Por qué tantas veces pedimos y no recibimos respuestas? El tema da para largo. Pero uno de los motivos, es que la gente busca soluciones “mágicas”, que lleguen con rapidez para ahuyentar los momentos difíciles que atravesamos. Si bien tiene el poder para hacerlo, Dios nunca prometió que remediaría nuestros sufrimientos de la noche a la mañana. Lo que Él pretende es que lo busquemos como a un Padre, que intentemos tener con Él una relación de compañerismo, que vayamos en busca de su amor, y no de soluciones instantáneas a las dificultades en las que estamos metidos (en muchas ocasiones, por haber rechazado sus instrucciones). Así y todo, lo que sí prometió, es que cuando esto suceda –es decir, cuando vayamos a Él, no como último recurso y de manera interesada, sino como algo prioritario, y anhelando construir una relación fraternal con nuestro Creador- el Señor no nos dará la espalda, sino que además de fortalecer dicha relación, se ocupará de resolver las cosas que tanto nos preocupan, de ser ésta su voluntad.
Un sustento bíblico:
Dijo Yeshúa (Jesús): Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Mateo 6:33.
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