Comprender que el culpable no puede ser inocente.
Hace aproximadamente un siglo, en Estados Unidos estaba prohibido el consumo de bebidas alcohólicas. A pesar de los controles y castigos, se hizo imposible contener las transgresiones y ya hace mucho tiempo que el alcohol (notable arma de destrucción) es legal. En la Argentina se prohibió la marihuana. Hoy, nadie se sorprendería demasiado si pasa una persona por la calle, fumando un "porro" tranquilamente. Incluso, ya se ha avanzado en la legalización de esta droga.
Los gobiernos dictan las leyes, teóricamente, para beneficio de la población. Pero el individuo, si ve ocasión para sacar una ventaja o conseguir mayor placer, buscará el modo de eludir las reglas y obrar a su antojo. Así, la ley, en su fracaso ante la transgresión de la gente, progresivamente va flexibilizándose, adaptándose, rebajándose.
Dios también dictó leyes para beneficio de la humanidad. Por ejemplo, dijo: "No matarás". Pero el asesinato, es moneda corriente en este mundo. "No robarás". Y la sociedad está repleta de los que toman lo que no les pertenece, los ladrones que usan armas, los de guante blanco o los que se cuelgan del cable. "No darás falso testimonio". Y la mentira convive con nosotros a cada instante. Como primer mandamiento, Dios dijo que debemos amarlo como a nada y a nadie en este mundo. Pero el hombre en general, vive como si Él no existiera.
Si hay una ley, también tiene que haber un castigo para sus infractores. Pero contrariamente a lo que sucede en la tierra, Dios no puede degradar su perfecta justicia al nivel humano. Por eso, como nadie está libre de pecado, todos deberíamos sufrir el castigo, pues Él no podría declarar inocente al culpable. Sin embargo, sí pudo hacer otra cosa. El Eterno proveyó la solución para no tener que condenar a sus criaturas, lo que significa que alguien pagó la pena de muerte que nos correspondería a nosotros. Ese alguien es su propio Hijo, Yeshúa (Jesús), quien se entregó voluntariamente para salvar a los seres humanos de su triste destino final. El que haga oídos sordos a esta obra redentora, irá rumbo a ese oscuro lugar, apartado de Dios para siempre. No es el caso del que la acepte, a quien espera un presente de abundante paz interior en la tierra y un futuro de felicidad eterna en el Cielo.
Un sustento bíblico:
Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja halla perdón. Proverbios 8:13.
No hay comentarios:
Publicar un comentario