noviembre 18, 2022

CUANDO NUESTRO DIRECTOR NO HABLA DE FUTSAL

POR AMOR Y NO POR MIEDO

Un niño es obediente hasta cierto punto. Muchas veces se rebela contra sus padres, y estos deben enojarse o usar la fuerza para que cumpla. Entonces, todo vuelve rápidamente a su cauce normal. Más adelante, si un hijo no acepta órdenes o consejos, los conflictos suelen ser más graves, pues los elementos utilizados en la infancia para disuadirlos, van perdiendo eficacia en la adolescencia.

En la escuela, los maestros son los que dan las órdenes, pero el alumno, a menudo buscará la forma de transgredirlas para hacer lo que él quiera. Fuera de casa o del ámbito escolar, algo parecido ocurre con los jóvenes y adultos. El ser humano tiende a cuestionar la decisión de una autoridad, a rebelarse… Y cuando la respeta, ¿hasta dónde es por convicción y hasta dónde, porque existe la amenaza de un castigo? 

Así como la gente actúa de esta forma ante una autoridad “terrenal”, en general también se subleva ante las indicaciones del Creador. El que vive como si Dios no existiera, directamente ignora Su Palabra. Pero hay creyentes que también tienden a desobedecer, y si no lo hacen, quizás sea porque saben que “Dios al que ama, disciplina” (Hebreos 12.6), es decir, que en determinadas circunstancias el Señor puede apelar a un castigo para corregir a un hijo.  

De todos modos, lo que Él desea es que lo obedezcamos por amor y no por miedo o por otra causa. Y esta debe ser nuestra meta, sabiendo que Sus instrucciones, son para nuestro beneficio individual y colectivo. Un padre biológico anhela lo mismo en relación a sus hijos, con la diferencia de que como todo ser humano, se equivoca. En cambio Dios es perfecto, y si nos manda algo, ¿qué duda cabe de que cumplirlo traerá bienestar a nuestras vidas?

Un sustento bíblico:

El mundo se acaba con sus malos deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. 1 Juan 2:17.

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