abril 06, 2008

LA ALEGRÍA DEL ROJO, LA TRISTEZA DEL VERDE

Independiente venció a Caballito 3-2. Este duro cruce en mitad de cancha, es una muestra de lo ardorosamente disputado que fue el cotejo.

Una muy buena victoria consiguió Independiente en su visita a Caballito. Para los Rojos, los tres puntos valen oro porque fueron obtenidos en condición de visitante ante un adversario de los más fuertes del torneo, y porque por razones de fuerza mayor (léase suspensiones), dieron la ventaja de jugar sin algunos de sus titulares, siendo el caso de Borruto el más notorio.
El trámite fue sumamente parejo. Ambos equipos se alternaron en el dominio del balón y el terreno. En ese contexto, quizás lo más justo hubiera sido un empate. Pero el hecho de haber sido el más efecaz implica un mérito irrefutable y en ese sentido, Independiente fue apenas superior a Caballito. Su premio, se tradujo en un festejado éxito.
En el primer tiempo sólo hubo un gol: el que convirtió el reaparecido Loureiro, casi al final. Entretanto, los dirigidos por De Nicola generaron varias chances claras, pero fallaron a la hora de definirlas. Y debieron esperar hasta los 5’ del segundo, cuando un golazo de Cuzzolino emparejó el tanteador. Pero casi de inmediato D’Otolo (el mejor hombre de los Rojos, por marca y por proyección) logró el 2-1 para su equipo.
Como se preveía, el Verde se fue con todo en busca del empate, lo que le dio al partido una alta dosis de emoción en los instantes finales, incrementada por el hecho de que los dos estaban en el límite de faltas. Las jugadas de riesgo, los goles y las polémicas se sucedieron vertiginosamente: a los 16’, Cuzzolino cayó en el área. Desde afuera, dio la sensación de que fue penal; la dupla Laballos-Cúneo, en cambio, no lo entendió así. A los 17’ el local desperdició una clarísima situación de gol. Y en la jugada posterior, fue Independiente el que no perdonó, cuando tras una corajeada de D’Otolo, nuevamente facturó Loureiro: 3-1.
Allí dio la impresión de que el encuentro estaba cerrado. No obstante, todavía habrían más emociones. Faltando 1’21’’ Gómez le atajó a Loureiro una sexta falta que hubiera significado el 4-1. Caballito se convenció de que no debía bajar los brazos, siguió atacando y a ocho segundos del final, descontó Guagliardi. La incertidumbre renació, pero ya no hubo más tiempo. La pitada final –con ánimos caldeados pero sin agresiones- le devolvió a Independiente el alma al cuerpo, los tres puntos y la confianza de que el Rojo también puede ser uno de los firmes aspirantes a este Apertura.

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