PERMÍTANME ESTE CONSEJITO
Dejar que un sencillo animalito nos enseñe
Lila va y viene… Si hay una actividad que realiza con mayor frecuencia, es la de comer. Si escucha ruidos provenientes de la cocina, o a veces si nada más oye que alguien camina cerca de donde ella está cómodamente sentada, no duda en reclamar su alimento. No importa si comió hace unos minutos… Ella siempre está dispuesta a ingerir un bocado más. Lila es… un cobayo. Desde su jaula, irradia una ternura que llena de regocijo el hogar. Mayor simpatía genera todavía, cuando se la suelta y utilizando sus agraciados pasitos, recorre parte de la casa. Por momentos, si se le acerca un dedo, con pequeños "besitos", parece querer retribuir el amor que recibe.
Tenerla, es como haber tomado una muestra del maravilloso mundo en el que vivimos, y traerlo a casa. Detenerse y observarla por unos instantes es un lindo ejercicio, porque en Lila se refleja en escala reducida la belleza de la naturaleza entera.
El vértigo del día a día, el cemento de la ciudad y nuestra propia ceguera, suelen convertirse en grandes obstáculos que no dejan que nos demos cuenta de la complejidad y la simpleza -dos antónimos que en este caso conviven en armonía- de este extraordinario planeta. Vivimos tan pendientes de cuestiones superficiales, que no valoramos el hecho de ser parte de la Creación, este aceitado engranaje del que somos protagonistas junto a millones y millones de criaturas que conforman el diseño de nuestro perfecto ecosistema. Pero si salimos por un momento de la vorágine y prestamos atención, tan solo el comportamiento de un sencillo animalito nos puede brindar la capacidad de deleitarnos con este mundo que, contradictoriamente, la raza humana se está encargando de destruir.
Un sustento bíblico:
Dios hizo todo hermoso en su momento, y puso en la mente humana el sentido del tiempo, aun cuando el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios realiza de principio a fin. (Eclesiastés 3:11).
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