NI DISNEY NI PARIS
En la puerta de un establecimiento escolar,
una maestra les hacía a los alumnos que iban ingresando, una pregunta parecida
a esta: “¿Disney o París?”. Ellos contestaban una de las opciones y
entraban al colegio. La mujer lo decía en tono simpático y, seguramente, con
ninguna mala intención. Sin embargo, con su consigna no hacía más que aportar
un granito más de arena a la confusión general. Los niños empiezan a caminar
por la vida y ya -de modo inconsciente o no- se les pone un objetivo distante. De
acuerdo al nivel económico de la familia, para unos, la meta, puede ser más
lejana que para otros. Pero el tema de fondo, es que no se nos muestra que la
felicidad puede estar aquí mismo. Como si siempre hubiera que hacer un gran
esfuerzo o generar mucho dinero para conseguirla, cuando la felicidad no
llegará gracias a tener más plata, bienes materiales, o conocer ese lugar “al que
todos quieren ir”.
Si no se presta atención, si no se tiene sumo
cuidado con el mensaje encubierto que nos da la sociedad, es posible que nos
frustremos mucho cuando no lleguemos al Disney o al París que nos señalan como objetivo.
De la misma manera que unas vacaciones soñadas se pueden pasar muy cerquita,
por ejemplo, en los bellísimos lugares que tiene nuestro país, tampoco hace
falta buscar tanto para que nuestro corazón encuentre paz, felicidad y descanso.
Dios nos los ofrece a través de una sana relación con Él, y en abundancia. En todo
momento y en todo lugar, sin dinero de por medio ni largos kilometrajes que recorrer.
Un sustento bíblico:
(Dijo Yeshúa –Jesús-): La paz les dejo; mi paz
les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se
acobarden. Juan 14:27.
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