La fría crónica de los hechos dirá que Tomás Ezequiel Polonsky había nacido el 6 de septiembre de 1990. Que jugaba al futsal en la tercera de Hebraica y que víctima de un paro cardiorrespiratorio, falleció el 3 de mayo de 2008, en medio del partido en el que su equipo enfrentaba a Libertad, en la cancha de América del Sud.
Pero la consternación que hoy se vive en el ámbito de la familia de Tomás, de sus amigos, de Hebraica, y también de toda la actividad, va mucho más allá de una simple descripción de lo hechos.
Transcurría el encuentro de tercera división. Tomás se hallaba cerca del círculo central, algo alejado de dónde se disputaba el balón. De pronto, cayó fulminado hacia delante. Cuando su cabeza golpeó contra el piso, presumiblemente ya estaba sin vida. Nadie comprendía nada.
A los pocos minutos el horror se había adueñado del gimnasio. El llanto y los gritos desgarradores prevalecieron por sobre los inútiles esfuerzos por reanimarlo. Las ambulancias -privadas y estatales- demoraron su arribo cuarenta minutos. También llegaron los padres. La Policía. Y el cuerpo de Tomás recién pudo ser sacado del lugar en el cual había caído, dos horas después, con destino a la morgue.
Dardo Viñas –que iba a ser el árbitro del partido principal- estaba en la mesa de control cuando sucedió el desgraciado acontecimiento. Minutos más tarde, cuando ya se conocía el fatal desenlace, llamó a Mauricio Catelani. Este se comunicó con el gerente de AFA Gustavo Lorenzo y de inmediato se resolvió suspender por duelo la jornada del domingo, lo que incluye todas las categorías oficiales y también las promocionales.
Los partidos suspendidos serían reprogramados para que se jueguen entresemana (aunque todavía no en la que viene) y el próximo fin de semana se disputaría la sexta fecha, tal como ya estaba establecido.
Mientras tanto, hay una familia que no tiene consuelo. La familia de un chico que tenía 17 años, que estaba lleno de vida y que amaba el fútbol. Pero que, como una cruel maniobra del destino, encontró su muerte, justamente, haciendo lo que más amaba.
Pero la consternación que hoy se vive en el ámbito de la familia de Tomás, de sus amigos, de Hebraica, y también de toda la actividad, va mucho más allá de una simple descripción de lo hechos.
Transcurría el encuentro de tercera división. Tomás se hallaba cerca del círculo central, algo alejado de dónde se disputaba el balón. De pronto, cayó fulminado hacia delante. Cuando su cabeza golpeó contra el piso, presumiblemente ya estaba sin vida. Nadie comprendía nada.
A los pocos minutos el horror se había adueñado del gimnasio. El llanto y los gritos desgarradores prevalecieron por sobre los inútiles esfuerzos por reanimarlo. Las ambulancias -privadas y estatales- demoraron su arribo cuarenta minutos. También llegaron los padres. La Policía. Y el cuerpo de Tomás recién pudo ser sacado del lugar en el cual había caído, dos horas después, con destino a la morgue.
Dardo Viñas –que iba a ser el árbitro del partido principal- estaba en la mesa de control cuando sucedió el desgraciado acontecimiento. Minutos más tarde, cuando ya se conocía el fatal desenlace, llamó a Mauricio Catelani. Este se comunicó con el gerente de AFA Gustavo Lorenzo y de inmediato se resolvió suspender por duelo la jornada del domingo, lo que incluye todas las categorías oficiales y también las promocionales.
Los partidos suspendidos serían reprogramados para que se jueguen entresemana (aunque todavía no en la que viene) y el próximo fin de semana se disputaría la sexta fecha, tal como ya estaba establecido.
Mientras tanto, hay una familia que no tiene consuelo. La familia de un chico que tenía 17 años, que estaba lleno de vida y que amaba el fútbol. Pero que, como una cruel maniobra del destino, encontró su muerte, justamente, haciendo lo que más amaba.
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