En futsal, Huracán y el apellido Meles estaban férreamente unidos. Casi se podría decir que eran sinónimos. Oscar fue uno de los máximos precursores de la actividad en el Globito. Prácticamente en soledad, se debatió contra viento y marea en busca del bienestar de su club. Luego, su hijo Juan Manuel le dio una mano importante, mientras iba dejando atrás la pilcha de jugador para probarse la de técnico y la de dirigente. Su esposa Susana también lo acompañó de manera fiel.
Oscar, el Negro, siempre defendió a Huracán con ahinco. Esta circunstancia lo hacía aparecer como un hombre duro. Era calentón y el gesto adusto que mayormente lograba gambetear a la sonrisa fácil, no le permitía ofrecer una imagen de tipo simpático. Sin embargo, aquellos que pudieron conocerlo de modo menos superficial, se daban cuenta que detrás de esa coraza existía un ser de gran ternura y corazón.
El Negro Meles vivió para su Huracán. Lloró amargamente el descenso de 2003 y también se conmovió hasta las lágrimas cuando su equipo recuperó la categoría, dos años más tarde. Después, siguió luchando infatigablemente con el objetivo de que el Globito se mantuviera en la división superior, algo que consiguió, ya con su hijo en el cargo de técnico.
Su última gran alegría, acaso haya sido el muy festejado triunfo que Huracán obtuvo ante San Lorenzo en noviembre de 2008. Era la primera vez que los Quemeros lograban vencer a su clàsico rival. También, al comenzar este año, se encontraba ilusionado en función de la formación de un equipo con pretensiones, aunque con el correr de las fechas, las aspiraciones de pelear arriba no pudieron cristalizarse. El Negro, además, tenía el propósito de regresar a la Comisión de Futsal.
Pero ésta, así como otras metas que tenía en la vida, no hizo a tiempo de cumplirlas. Los últimos dos meses, esa salud que tanto lo preocupaba, empezó a ganarle la titánica pulseada que se hallaban sosteniendo. Tanto, que ya ni siquiera podía darse una vuelta por la sede de la Avenida Caseros. Acorralado por un cáncer terminal, el Negro se hallaba postrado en su casa, asistido por su esposa y su hijo Juan, quien para hacerlo dejó inclusive la dirección técnica del equipo.
Hasta que en la tarde del 28 de julio, su corazón dijo basta. Agotado por tanta lucha desigual, Oscar se fue de este mundo. Sin dudas, el futsal lo extrañará. Y lo recordará con esa sonrisa que a él le costaba exteriorizar.
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