En el ambiente del futsal, quizás no lo hayan conocido. Pero para los que hacemos La Voz del Futsal, Ricardo Martínez ha sido muy importante, y su desaparición física, un golpe inesperado.
Para entender mejor la relación, habrá que remontarse a la década del 90, cuando un grupo de estudiantes de la Escuela del Círculo de Periodistas Deportivos sacaba los primeros números de una revista hecha a pulmón. No era todavía una publicación referida a nuestra actividad sino una revista mensual dedicada al fútbol de ascenso.
Aquellos alumnos de la Escuela, entre los cuales estaba nuestro director, Pablo Wildau, salieron a buscar publicidad para costear el emprendimiento. Y uno de los comercios sondeados, fue Parrilla Peña, un restaurante ubicado en Rodríguez Peña al 600, es decir, en la misma cuadra de esa “alta casa de estudios”, tal el mote con el que aquel grupo de soñadores del periodismo, identificaban irónicamente a su escuela, acaso, como muestra de la rebeldía y la insatisfacción con la que un veinteañero suele calificar a quienes lo preceden en los caminos de la vida.
Encomendado a buscar el aviso de la Parrilla, nuestro director penetró en el lugar y se topó con un hombre de cabeza totalmente rasurada del otro lado del mostrador. A pesar de que por su aspecto exterior daba la impresión de que no sería sencillo conseguir su aprobación, el encargado dio el sí casi de inmediato. Parrilla Peña pasó a tener entonces su espacio en Esto es El Ascenso.
Debajo del nombre de fantasía, el hombre pidió que fuera colocada la inscripción “Siempre junto con All Boys”, al parecer, porque él o alguien de su negocio o familia, le guardaba simpatía al club de Floresta.
Lo curioso ocurrió meses más tarde: a medida que la relación crecía en confi anza, el cliente, risueñamente, consultó si podría cambiar la leyenda referida a All Boys por otra que dijera “Ahora con Chicago”. Y poco después, eligió esta frase: “Y ahora con Almirante”.
Ya nos habíamos dado cuenta de que lo que deseaba no era expresar sus simpatías futboleras sino apoyar la pasional labor que casi ad honorem, realizaban sus vecinos de esa cuadra céntrica.
Unos años después, la revista dejó de existir, perdiéndose el contacto con el restaurante y su encargado. En cuanto a los estudiantes, cada uno también siguió su rumbo.
Pablo Wildau recaló en el futsal, convirtiéndose en 1998 en el creador de éste órgano informativo que acaba de cumplir dos décadas.
Muchos años después nuestro director pasó casualmente por Rodríguez Peña al 600, y se le ocurrió entrar. Allí, detrás del mostrador, se encontraba el mismo hombre que lo había recibido aquella tarde de 1992. El reconocimiento mutuo fue inmediato. Y luego de unos minutos de charla, surgió la nueva propuesta: “¿Te gustaría auspiciar en el futsal?”.
La respuesta positiva fue instantánea. Si bien Ricardo Martínez no sabía prácticamente nada de este deporte (sólo recordaba al Corvalán, un club de su barrio, Mataderos) el mero hecho de colaborar lo impulsó a aceptar de buen agrado, aunque no había mes en que con un gesto de fastidio sobreactuado, y la pregunta “¿otra vez vos”? quisiera aparentar lo contrario.
Pero detrás de esa caparazón de hielo, siempre asomaba una sonrisa.
El tiempo siguió transcurriendo. En un momento, ya no vimos más a Ricardo: estaba trabajando menos. Pero amablemente, Nicolás, el nuevo encargado, continuó abonando el espacio mensual en la revista. “Saludos al amigo”, le enviaba nuestro director, que nunca podía recordar su nombre y apellido.
A mediados de este año, cuando volvimos a preguntar por él, Nicolás informó la triste noticia: Ricardo estaba gravemente enfermo. Al mes siguiente, nos enteramos del desenlace: había fallecido.
Junto a la gran pena que significó saber esto, añadimos la necesidad y la convicción de escribir unas líneas sobre su generosidad, pues sin jamás pedir nada a cambio, su único objetivo había sido el de colaborar con un pequeño granito de arena. Y sin dudas, que lo hemos valorado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario