junio 12, 2020

LA HISTORIA DE LA SELECCIÓN - TEMPRANO A CASA EN EL MUNDIAL 96



Un plantel totalmente renovado al del Mundial anterior puso sus pies en suelo español. El único sobreviviente de Hong Kong 92 era Pablo Parrilla. El resto, hacía su primera experiencia mundialista y se trataba de un grupo juvenil, cuyo promedio de edad apenas superaba los veinte años.
De todas maneras, la victoria ante la novel Selección de Andorra, producida apenas la Argentina llegó a Europa, sumado esto a otros triunfos logrados frente a equipos de la segunda división española, templó el ánimo de nuestros muchachos de cara a los partidos oficiales. El plantel era consciente de que, por su inexperiencia, recién ingresaba en una etapa de aprendizaje. Pero, al mismo tiempo, para el grupo no era sencillo asumir la idea de que aún se estaba lejos de los primeros planos mundiales.  Por eso, las expectativas ante el inminente debut se repartían entre un ferviente entusiasmo por el lado de los jugadores, y la necesidad del cuerpo técnico de hacerles entender  que había que poner los pies sobre la tierra.

En ese clima, llegó el partido frente a China, selección que terminaba de ser campeona asiática, pero sobre la cual, recaían muchísimos más interrogantes que certezas.
La Argentina venció por 2 a 1, aunque jugó mal y el ajustado score que consiguió -ya se vería de qué modo-influyó negativamente en la no clasificación de nuestro representativo.
Los chinos, a pesar de que en definitiva demostraron ser un rival extremadamente modesto, se convirtieron en un difícil obstáculo al que la Selección sólo pudo vencer a dieciséis segundos de la chicharra final. Parrilla había abierto el marcador, China igualó y Scheave señaló el angustioso segundo gol, empujando una pelota a la red cuando el empate amenazaba en forma de papelón.
Mientras la Argentina debutaba en Murcia, España mostraba su enorme evolución con respecto al Mundial de Hong Kong, asombraba con su movilidad y juego veloz, que rápidamente la elevaron a la categoría de potencia y Ucrania aparecía por primera vez como el equipo sorpresa con su táctica 4-0. En la otra sede, Segovia, Brasil mostraba su futsal zamba con la mayoría de los jugadores que habían sido campeones en Hong Kong. Con la variante de su pívot, se perdía la categoría de Ortiz y se ganaba la potencia de Choco.

Como por primera vez los árbitros eran especialistas de futsal (no como hasta Hong Kong, donde habían dirigido los profesionales de fútbol de campo), y como eran dos subsedes iniciales, esto en un principio no fue positivo, ya que no se había llevado a cabo ninguna reunión entre el arbitraje de ambas sedes y no hubo acuerdo para unificar los criterios. Luego, en Castellón, donde se jugarían los cuartos de final, se corrigió esa posición.
Volviendo a la Argentina, Rusia, era el próximo adversario. Y llegaba con algunos buenos antecedentes, entre los que se destacaba el concurso del temible Eremenko, un jugador de tremenda capacidad ofensiva que en el Mundial anterior se había consagrado como goleador, con sólo tres partidos jugados. El partido no comenzó nada bien. Un tempranero 0-2 hizo preocupar a la Argentina. Una derrota implicaba la inmediata eliminación, aunque el mal trance se pudo remontar a medias y al menos se rescató un punto. Faltando apenas unos pocos segundos, la historia pudo haber sido diferente si Magarelli concretaba un claro mano a mano. Pero ganó el arquero ruso y así, la Selección se vio obligada a tener que salir victorioso sí o sí en el tercer encuentro.

Aquí, quedaba claro por qué el 2 a 1 ante China resultaba perjudicial. Holanda, nuestro tercer rival, había vencido a los chinos por goleada. En caso de empate, holandeses y argentinos igualarían la posición pero la diferencia de gol beneficiaba a los europeos. La Selección salió con esa presión sobre sus espaldas y en un comienzo, logró plasmar su mayor urgencia en el rectángulo, marcando el 1-0 que le permitía soñar. Sin embargo, en los minutos siguientes fue arrollado por Holanda, que se fue al descanso con un lapidario 4 a 1 a su favor. Otros dos goles contrarios en el segundo tiempo llevaron la cuenta a un irreversible 1-6 y la seguridad de que España 96 se había terminado para Larrañaga y sus dirigidos. La Argentina descontó dos veces para hacer algo más decoroso el resultado, pero la suerte ya estaba echada: volvíamos a casa.

Foto: El desfile argentino en la ceremonia inaugural, con el imponente estadio de fondo.


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