PERMÍTANME ESTA REFLEXIÓN.
Ante la obediencia que Dios nos
pide, al ser humano lo invade la tendencia a rebelarse, a no querer cumplir, a
decir a que nos está quitando libertad, a creer que es autoritario. Si pensamos
esto fríamente, nos daremos cuenta que de manera muy similar, los niños se
rebelan contra sus padres, a menudo, cuestionando esas órdenes que pueden sonar
antipáticas. Pero desde otro ángulo, es posible ver que si un padre imparte reglas,
es para beneficio de su hijo y el de la gente que lo rodea.
Si Dios nos indica cómo caminar
por esta vida, lo hace por el amor que nos tiene. Y en base a este amor, desea llenarnos
de bendiciones. Si transgredimos estos mandatos, no sólo estaremos dándole la
espalda al que nos dio la vida y pretende darnos la salvación, sino que además,
es muy probable que solitos, en el corto o en el largo plazo, terminemos
metiéndonos en problemas y a sufrir graves consecuencias.
De cualquier manera, el objetivo
de obedecer a su Palabra, más que el de evitarse dificultades, debe estar centrado
en cumplir esas instrucciones por amor al Señor, así como en un niño, lo ideal
es que respete las normas hogareñas, ya no por temor a ser castigado sino por
un sentimiento mutuo hacia quienes lo aman, lo protegen y se preocupan para que
nada le falte.
Un sustento bíblico:
Y nosotros hemos llegado a saber
y creer que Dios nos ama. Dios es amor. El que permanece en amor, permanece en
Dios, y Dios en él. 1 Juan 4:16.
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