Elías Borrego surgió del futsal y obligado a dejarlo, sueña con triunfar en fútbol de campo
Elías Borrego debutó a los 15 años en All Boys Saavedra. Siendo una de las mayores promesas del futsal de aquellos tiempos, pasó a Kimberley junto a numerosos compañeros. En ese equipo jugó su último partido oficial a fines de 2008. Hoy, a los 20 años, es titular en Colegiales, que milita en el fútbol de campo de Primera «B». Esa situación lo obligó a dejar el futsal, pues le fue imposible seguir con ambas actividades el mismo tiempo. «Un día me dijeron que iban a subirme al plantel de primera y que no podía seguir en Kimberley. Igual, voy a ver a los chicos cada vez que puedo. En ese club dejé muchos amigos y les deseo lo mejor», cuenta Borrego, que a pesar de no estar integrando ya el elenco, fue fichado con la esperanza de que alguna vez pueda ponerse la casaca celeste. No obstante, él prefiere no ilusionarse con esa posibilidad: «Es muy difícil, por respeto a Colegiales, la verdad no creo que pueda hacerlo», desliza cautelosamente.
Mientras jugaba en All Boys y Kimberley, el Leli (ese es su apodo) usaba invariablemente el número 12 en su camiseta: «Ahora esa remera la usa el ‘Papa’ Rodríguez. Nunca me pidió permiso, pero lo dejo porque es un gran amigo», explica sonrisa mediante. «Condorito (González) me apoyó al tomar aquella decisión, él quería que siguiera jugando, pero también estaba contento por mi futuro», puntualiza, con respecto al DT.
En la entidad de Munro, que se encuentra luchando por el ascenso al Nacional B, Borrego fue escalando posiciones de a poco: «Arranqué de abajo y me terminé ganando el puesto», apunta, agregando que económico le está yendo bien: «Todavía no es mucho lo que gano, pero recién empiezo y por ahora esto ayuda para colaborar con mi familia».
De origen muy humilde, Borrego fue criado junto a sus dos hermanos por una abuela, con la que aún sigue viviendo en el barrio de Saavedra. Hincha de Platense furioso, sostiene que sus expectativas son las de «ser alguien en el fútbol para poder devolverle a ella todo lo que hizo por mí. Me gustaría que tenga su casa y deje de laburar para mantenernos a nosotros». Su abuela, trabajadora en la parte de limpieza de un colegio, era una habitante infaltable de la tribuna cuando su nieto actuaba en el rectángulo: «Al futsal iba siempre, en cancha grande es más difícil, más porque los visitantes no pueden entrar. A ella le estaré agradecido toda la vida. Sólo espero poder complacerla alguna vez».
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