
«Después del partido fuimos a la comisaría de la zona a hacer la denuncia. Fuimos hostilizados permanentemente por un grupo de unas 30 personas. Para prevenir posibles incidentes yo había pactado con el delegado de Merlo, que ninguno de los dos llevaríamos hinchas. Nosotros cumplimos, ellos no... Ojo, nunca dijimos que fuimos apretados por la barra brava, pero sí hubo cosas anormales, como ser los insultos y las amenazas que recibimos de parte de ese grupo y hasta del cuerpo técnico. ‘Vamos a ver cómo se van si hoy Merlo no ganan’, nos decían. Los árbitros también lo sufrieron. Si no lo pusieron en el informe, ellos sabrán por qué. Pero es muy extraño la manera en que nos perjudicaron. Además, nos inundaron el vestuario de un olor a cloro tremendo. El maltrato fue total. Ante esa situación, no íbamos a volver el domingo a jugar ahí, considerando que ir con las inferiores también implica llevar más gente y no estaban dadas las garantías. Por eso, radicamos la denuncia (en la comisaría nos trataron bárbaro) y llamamos a AFA, que decidió la suspensión».
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