Gabriel González, promovido hace poco a la primera de Independiente, tiene once hermanos. Uno de ellos es Cristian Borruto, hoy en Italia.
“Este es mi pollo”, dijo Eduardo De Haro (izquierda), DT alterno del Rojo.
Un hilo de voz le sale al “Titi” González cuando debe enfrentarse al grabador. “Y... sí, estoy muy contento”, desliza, al referirse a un presente en el que de a poco se va convirtiendo en un jugador más de la primera de Independiente. Gabriel -de muy buen rendimiento ante Pinocho- tiene 19 años y en estos últimos partidos, el técnico Hermida le dio bastantes minutos en cancha. “Estoy demasiado bien, tranquilo y ya recuperado de la operación que tuve en la rodilla a mitad de año”, agrega, procurando deshacerse de esa timidez que invade a tantos futbolistas que asisten a su primer rerportaje. Los gritos de aliento que provienen de otro sector de la cancha no lo ayudan. “Vamos Titiiii”, se escucha a lo lejos. Y él se pone de todos los colores...
La de Independiente es su primera experiencia en futsal. Antes, había jugado campo en San Telmo. “Pero sólo tenía 12 o 13 años. Después me dediqué a trabajar”, apunta. Hoy por hoy, Gabriel también trabaja en una fábrica textil. “El laburo es en Flores. Entro a las ocho y salgo a las seis de la tarde. A la noche me voy a entrenar. Sacrificio, sacrificio y acá estamos, ¿viste?”. De a poco se va soltando. Y hasta se permite una humorada cuando se le pregunta por su familia. “¿Cuántos hermanos somos? Y... si te tengo que contar, no me alcanzan los dedos”, tira mientras se le dibuja una incipiente sonrisa. “Somos doce. Yo sería el quinto, comenzando desde abajo. El mayor tiene 33 años y el menor, 9”.
Uno de sus hermanos, es Cristian Borruto, quien desde años varios años actúa con éxito en Italia y es una pieza importante de la Selección Nacional. “Tenemos la misma mamá pero diferentes padres. En total, los González somos cinco y los Borruto, siete”, confirma.
Junto a numerosos parientes, Gabriel habita en una modesta barriada del partido de Avellaneda. “Es antes de llegar a los monoblocks de Dock Sud. Somos 16 viviendo en la misma casa, con hermanos y sobrinos”.
El hecho de que Gabriel esté en Independiente, tiene que ver con una sugerencia del propio Cristian: “Un día mi hermano me dijo para venir al club. Acepté y acá estoy”.
Preguntarle por el Titi “original” es inevitable. Sin embargo, a medida que transcurre la charla, Gabriel deja entrever que hoy por hoy las relaciones no son las mejores: “Le deseo que le vaya bien y nada más. No tengo ningún contacto con él desde que se fue. Pero prefiero no tocar ese tema”. La confesión viene acompañada de otra frase polémica: “La plata los vuelve locos a todos, vamos a decir la verdad”.
Semejante concepto es una invitación a seguir averiguando. Sin embargo, sin ánimo de meter el dedo en la llaga aprovechándonos de la inocencia del joven entrevistado, optamos por dejar el tema ahí...Le remarcamos, eso sí, que a pesar de las diferencias el apodo heredado de Cristian se mantiene de manera inalterable: “Cuando él todavía estaba en el club a mí me decían Titito. Una vez que se fue empezaron a llamarme Titi y a mí no me molesta”. A la hora de cerrar la nota, la timidez de la que se había despojado vuelve a brotarle. Y cuando debe hablar de sus expectativas en el futsal, otra vez se le afina la voz para decir: “Y... mis expectativas son muchas... Demasiadas. Pero no quisiera andar haciéndome ilusiones. Por ahora quiero estar tranquilo y disfrutar este momento”.
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