Habría
que colocar una categoría especial en el futsal: están los jugadores, los
técnicos, los dirigentes, los hinchas… Pero existe un grupo de gente al que muy
pocos le prestan atención. Los encargados de expender las localidades,
seguramente, pertenecen a una de las categorías enumeradas. Lo más común, es
que sean dirigentes de los clubes en cuyos accesos se parapetan con el objetivo
de que nadie ose ingresar sin su correspondiente ticket. Sin embargo, más allá
de que a lo mejor cumplan otras funciones durante la semana, el hecho de controlar
la puerta los hace pertenecer a una raza aparte, conformando un mundillo repleto de
asuntos muy específicos, tan alejados del ruedo de la pelota pero, al mismo
tiempo, tan cercanos. Que no tengo cambio, que soy jugador del otro equipo, que
te dejo el bolso, que vengo a ver a un amigo, que mi papá ya está adentro, que acá
está mi DNI, que soy técnico recibido en la Escuela y no tengo por qué pagar… Y
la lista podría indefinidamente.
A
partir de hoy, La Voz del Futsal propone homenajear a esos estoicos personajes,
capaces de estar horas y horas (las que por ejemplo, dura una tira de
inferiores), soportando temperaturas bajo cero en los crudos inviernos, donde
el frío cala hasta los huesos y los pies ya no se sienten de tan entumecidos
que están. O, por el contrario, cuando el calor aprieta en verano y las ganas
de estar en una pileta son mucho más fuertes, comparadas con un programa que
apenas incluye un vaso de gaseosa fría como paliativo para combatir una tarde de 35 grados.
A
veces, por unos pocos pesos (que a menudo son sólo una excusa que detrás
esconde un enorme espíritu de colaboración) o en otras, totalmente gratis,
ellos estarán allí, trabajando en silencio por amor al club.
A partir de esta serie de notas, estos admirables personajes, dejarán de ser anónimos.
Hoy:
Silvia D’Aria (Kimberley).
“Llegué
al club en 1999. Con mi marido trajimos a mis hijos al baby. A partir de ahí
hicieron toda una trayectoria en Kimberley, porque cuando terminaron, se
dedicaron al futsal. El mayor, Federico (Hurtado es su apellido), ya no juega. Llegó
hasta la tercera y se dedicó más a las minas. El chiquito, Nicolás, es arquero
de la tercera y ya jugó bastante en primera, aunque ahora el titular es Lucas
Farach”.
“No
sé si está bien que opine la madre, pero yo no tengo problema en decir que Nico
es un excelente arquero. Además el futsal le gusta con locura; también le tocó
dirigir durante varios años las inferiores y lo hace con mucho placer. Eso sí,
con el puesto que eligió, sufro todos los partidos como loca”.
“Kimberley
es un club bárbaro, de gente muy buena y sencilla. Acá, a mí todos me conocen
como “La Pétalo”. No son tantos los que saben mi verdadero nombre. Mi apodo
nació hace mucho, cuando mi marido me jodía en medio de los partidos. “Sos mi
pétalo, sos mi pétalo…”, me gritaba del otro lado de la cancha. Todos se
cagaban de risa. Y así me quedó….”
“Lo
más lindo de este trabajo es hacer relaciones públicas. Todos los que pasan se
te ponen a charlar y yo lo disfruto. Tengo un carácter especial para eso. Jodo
mucho con la gente, inclusive con los visitantes, que también me conocen. ¿Lo
más feo? Que siempre tenés que estar peleándote para que te paguen. Lo peor es
que vos sabés que hay gente que puede hacerlo y sin embargo, quiere entrar de
garrón”.
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