Final del partido con Platense. El Rojo ganó 7 a 2 y no renuncia a sus aspiraciones de ser campeón del Apertura.
Luego del traspié de la semana anterior con América, Independiente regresó a la victoria. Lo hizo frente a Platense, equipo que continúa sin sumar y lentamente se hunde en la tabla del promedio. El triunfo visitante resultó inobjetable, más aún considerando un segundo tiempo donde el Rojo, netamente superior, logró afirmarse mejor en la cancha y en el tanteador.
Sin embargo, el período inicial tuvo otras características, porque hasta allí no existió un dominador claro y porque –en el contexto de un trámite en el que abundaron las imprecisiones- el 2 a 1 con el que se fueron al descanso, premió a Independiente por ser apenas un poco más efectivo dentro de la paridad general.
A propósito, la intervención de Federico D’Otolo fue determinante, ya que el defensor visitante anotó dos goles claves: uno -el segundo de su equipo-, que fue convertido cuando faltaban 27 segundos para terminar el PT, significó el 2-1 para Independiente y un golpe psicológicamente duro para Platense. El otro, lo marcó a los 8 segundos del ST y con ese 3-1, los de Artero comenzaron a torcerle el brazo a su rival en la imaginaria pulseada. A los 4’ descontó Frontalini, pero un minuto después aumentó Loureiro, de penal. Entonces, la desesperación de los Calamares se transformó en un elemento importante del partido, contrastando con la solidez de un adversario que, aprovechando al máximo esa situación, apostó al contragolpe y liquidó el partido. A los 11’, Gulino señaló el 5-2, en tanto Borruto en dos ocasiones más (ambas a los 15’) se encargó de elevar la cuenta a siete.
Cuando el partido ya estaba definido, el DT del ganador dispuso el reemplazo de Maxi Tapia -que había jugado muy poco- y éste, disgustado por la decisión, directamente se dirigió al vestuario. Antes de hacerlo rompió una botella, y aunque pidió disculpas a los árbitros, no se salvó de una amonestación.
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