Una escena registrada el fin de semana: un chico de 17 de Agosto no entiende el fallo de un réferi. Lamentablemente, es un reflejo de lo que ocurrió en muchas otras canchas.
Las opiniones de los delegados luego de disputada esta primera fecha fueron unánimes: los arbitrajes volvieron a ser, en general, deficitarios. Las esperanzas de que con el nuevo campeonato también llegarían soluciones al respecto, quedaron rápidamente archivadas. En lugar de eso, se reiteraron los inconvenientes que son casi tan viejos como la historia de nuestra actividad: jueces debutantes, que tienen pocas nociones del reglamento, que cometen equivocaciones garrafales tanto en el juego como en la confección de las planillas y que, cuando en ciertos casos los delegados intentan auxiliarlos, se manejan con una soberbia que sorprende.
El desconocimiento del reglamento ha llegado a que hubiera partidos en los cuales el réferi, por ejemplo, ignoraba la duración cada tiempo. Y ni que hablar de errores al cobrar (u omitir) el tacle deslizante o contarle los segundos al arquero.
Sin embargo, es evidente que la culpa no es de los árbitros (en su mayoría chicos de no más de veinte años) sino de los que los mandan al ruedo provistos de semejante desconocimiento de las reglas. Y, lo que es peor, que tengan que soportar maratónicas jornadas que comienzan en la octava y terminan en la cuarta, donde al cansancio acumulado por los jueces, se suma el histórico grado de conflictividad de jugadores que ya han dejado de ser chicos que acatan las órdenes sin irritarse ante cada fallo.
Ante este sombrío panorama, no es fácil ser optimista, más cuando ya en la primera fecha quedó tan en evidencia que todo sigue igual.
En este pronóstico quisiéramos no acertar, pero la realidad indica otra cosa: en el mundo de las inferiores, el 2008 será largo y difícil.
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