Ahí lo vemos, sonriente, a sus anchas, en una tribuna de futsal, y deglutiéndose una hamburguesa. ¿Qué más podía pedir? Carlos Kapelian era feliz así. O al menos, obtenía de esta manera ese ratito de felicidad que le deparaba su gran pasión: la que sentía por nuestro deporte. En UGAB, institución de la que era un auténtico símbolo, había construido prácticamente toda su trayectoria –con excepción de breves paréntesis en Armenio, Hebraica y Def. Cervantes-.
Primero fue un extraordinario arquero –cuando los kilos aún no habían invadido su humanidad- y luego técnico, siendo el entrenador que llevó a su club a Primera en 2001. Pero ante todo, fue el máximo impulsor, el alma máter del futsal en UGAB. Más allá de técnico o arquero, era el dirigente que luchó a brazo partido por su club amado.
Pero un día se marchó y nunca más volvió, al margen de alguna visita ocasional como un simple hincha. Sucedió hace casi diez años, cuando emprendió la retirada, acuciado por problemas de índole personal. Anduvo un tiempo por Córdoba, intentando reubicarse en una sociedad que a menudo les da vuelta la cara a soñadores y bohemios como él. De regreso a Buenos Aires, muchos especulaban con su retorno a la institución que prácticamente lo vio nacer. Pero vaya a saber qué cuestiones lo privaron de reinsertarse en UGAB.
En cambio, varios eran los que aseguraban haberlo visto en la esquina de Acoyte y Rivadavia, vendiendo telas en la vereda. No se trataba de una ilusión óptica: era así nomás. En épocas que ahora parecen muy lejanas, Carlitos gozaba de una prosperidad económica que hoy sólo es un recuerdo. Entonces, debe luchar para sobrevivir, al igual que tantos miles y miles de compatriotas. Jamás lo oímos lamentarse en voz alta de su situación. Probablemente, ahora tampoco lo haga. El Gordo tenía defectos, como todos los tenemos, pero la ingratitud, no ha sido uno de ellos. Al contrario, su forma de ser cristalina, hasta algo ingenua inclusive, y el desinterés a flor de piel, eso de dar sin pedir nada a cambio, le permitieron cosechar no pocas amistades en su paso por el futsal.
Esos amigos todavía lo extrañan, y siguen esperando que llegue el día de su definitivo regreso.
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