Nuestro director Pablo Wildau, este sábado se tomó una licencia y no fue a ver futsal. ¿Qué sucedió? Es que tuvo la cita impostergable de concurrir a la Feria del Libro porque se presentaba "Yo soy el Loco", la biografía autorizada de René Houseman que escribió junto a Federico Topet. En la Feria estuvo el mismísimo Loco Houseman, que en el stand de LibroFutbol.com y luego en el de Huracán, se sacó fotos y firmó ejemplares a granel. Aquí compartimos algunas imágenes y a continuación, reproducimos algunas anécdotas desopilantes del excéntrico crack que se narran en las más de 250 páginas de la obra.
CONOCIENDO A RINGO
El legendario boxeador Oscar Bonavena era un fanático confeso de Huracán. Con Houseman tuvieron la oportunidad de conocerse apenas René llegó al club. Sucedió en Mar del Plata. Más precisamente, en los partidos de verano donde el talento del Loco irrumpió para no irse más en ese glorioso 1973. René regresó de la ciudad balnearia en el potente Mercedes Benz de Bonavena. Congeniaron de inmediato. Cuando estaban llegando a la casa de Belgrano, Ringo lo sorprendió con una sugerencia: “Ahora, agachate en el asiento”. Asustado, el Loco quiso saber el motivo. La respuesta fue: “No ves que acá está lleno de indios, estamos entrando a la villa”. A la broma de Bonavena, siguió un grueso insulto de René, obviamente, en un tono más que relajado. Poco después, el boxeador viajó para radicarse en Estados Unidos, país en el que fue asesinado en 1976.
PURA ESPUMA
Era febrero de 1973. Nuevamente en Buenos Aires, concurrió, como casi todos los años, a los bailes de carnaval que se festejaban en Excursionistas. Muy divertidos, sus amigos recordaron como René, que ya tenía alguna moneda en el bolsillo, gastó una llamativa suma de dinero en grandes cantidades de espuma.
SU VIDA ES UN CARNAVAL
En las primeras épocas de Huracán se hizo muy amigo de Franciso Russo, el volante central del equipo. Muchas veces, Pachorra pasaba a buscarlo por su casa del Bajo Belgrano para llevarlo al entrenamiento. Si no lo hacía, corría el riesgo de que a René se le hiciera tarde. Un día de febrero Russo paró su auto en la puerta de su casa y comenzó a impacientarse porque el Hueso no salía. Cuando le pidió que se apurara, la respuesta de René lo dejó con la boca abierta: “No, hoy no voy a ir porque es Carnaval y quiero quedarme acá jugando al agua...”.
POBRE CABEZÓN
Las bromas en la concentración de la Selección eran moneda corriente, y el Loco siempre estaba metido en alguna. Enrique Omar Sívori sufrió varias de sus excentricidades en la etapa previa al Mundial 74, siendo la gota que rebasó el vaso, su espectacular fuga de la concentración de Luz y Fuerza. Pero antes de eso, hubo otras bromas más inocentes. Como una que tuvo como cómplices a varios compañeros, con Brindisi a la cabeza, que fueron a decirle al técnico que a Houseman no lo encontraban por ningún lado. Sívori montó en cólera y dentro de la habitación del Hueso, lo maldijo una y otra vez, con los jugadores como testigos. Hasta que René salió de su escondite –debajo de la cama- y preguntó con cara inocente: “Perdón, ¿me buscaban a mí?”. Una carcajada general coronó el glorioso momento.
EL LOCO DE WEMBLEY
Houseman siempre reconoció que al margen del alcohol, su vicio incurable fue el cigarrillo. Empezó a fumar siendo un adolescente y llegaba al extremo de hacerlo en los entretiempos. Su costumbre todavía era motivo de sorpresa cuando René hacía sus pasos iniciales en el profesionalismo. En la gira previa al Mundial de Alemania, la Argentina enfrentó a Inglaterra, en el mítico estadio de Wembley. El Loco formaba parte de ese plantel, que dirigía Vladislao Cap. En los instantes previos al partido, el técnico notó que contaba con todos sus jugadores, menos con René. Unos segundos después lo vio venir. Cuando supo la razón de su ausencia, no podía creerlo: se había ido a fumar un cigarrillo al vestuario. Ese día Houseman ingresó por Brindisi en el segundo tiempo. El partido salió 2 a 2.
EL LOCO Y EL CONEJO
Houseman enloqueció a muchísimos adversarios que, en vano, intentaron neutralizar su habilidad. Pero uno al que le costaba superar era a Alberto Tarantini. El Loco reconoció que el Conejo fue el hombre que mejor lo marcó: “Siempre me ganó, pero de chamuyo. Me hablaba sin insultarme. Me decía: ‘¿Otra vez por acá?Andá por la otra punta, que está Pernía. Esta noche vamos a cenar con la familia, ¿no?’. Yo le retrucaba: ‘No, Pernía me pega mucho’ ”.
Tarantini compartió la misma visión, aunque agregó un dato que el wing derecho omitió mencionar: “Siempre lo marqué bien. ¡Qué personaje increíble era René! De cábala, se metía pastillas DRF de anís en los bolsillos y en medio del partido trataba de distraerte: ‘¿Conejo, querés una pastilla?’, me preguntaba”.
EL COMPINCHE
Un tal Banana, que en realidad se llama Tomás Antonio Simere, vivía en la villa del Bajo Belgrano y conoció a René “cuando vino de Santiago del Estero, desde que era chiquitito”. Más allá de la cómica situación en el amistoso con River, este personaje protagonizó junto a Houseman, unas cuántas anécdotas más, que él mismo narró:
-En Navidad del ’74 yo venía en pedo y sin querer, empujé a Olga, la esposa de René, y la hice caer. Al ver esto, él me tiró una trompada que me volteó y salió corriendo. Cuando me levanté para ir a buscarlo ya se había escondido debajo de una cama en la casa de los suegros.
-En cierta ocasión Huracán se iba de gira por algún lugar de sudamérica. René no tenía ganas de viajar. “Banana, vení con el auto a Ezeiza y quedate esperando”, me dijo. Los jugadores se despidieron de los familiares y empezaron a subir por la escalerita. Una vez que habían subido todos, René se hizo el boludo, se dio la vuelta y al rato estábamos en el Bajo. Cuando el avión llegó, todos se preguntaban: ¿y el Loco a dónde está?
-En el ’77 estaba entrenando con la Selección en Mar del Plata. Recién se había comprado un Peugeot 504 cero kilómetro, muy de moda en ese momento. Me llama y me dice: “Venite con el auto que quiero dar unas vueltas”. Junté unos amigos y salí para allá. En la rotonda de Mardel nos paró la policía y nos obligó a dejarlo porque no teníamos los papeles. Me tomé el bondi hasta el hotel de la Selección y cuando llegué, me lo encontré a Menotti. “¿Qué anda buscando, Banana?”, me preguntó. Le expliqué todo y él mismo me llevó a la comisaría 1ª a buscar el auto.
-Con los pibes de la villa, un año jugamos la final de un campeonato en el club IMOS, al lado de Defensores de Belgrano. Faltaban cinco minutos para empezar el partido y de repente se aparece René con otro muchacho. Nos piden camisetas para jugar pero se las negamos. “No, te van a cagar a pedos en Huracán”, lo tratamos de convencer. Pero tanto insistió que al final jugaron. El otro pibe era Ardiles.
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