julio 23, 2016

TE ACORDÁS, HERMANO...

Tres años atrás, Oscar Arrieta ya era figura de 17 de Agosto y del futsal local. En ese marco, conversamos con Chuky. Hoy, igual de tantentoso aunque más maduro, aguarda el debut en Brasil junto a sus compañeros de Selección. 

«TUVE AMIGOS QUE ROBABAN Y SE DROGABAN, PERO CUANDO HACÍAN ESO, YO ME VOLVÍA A MI CASA»


Oscar "Chuky" Arrieta (derecha) junto a su hermano Juan, ahora juntos en 17 de Agosto.

En el contexto de una campaña que lo llevó a los primeros puestos, 17 de Agosto cuenta con el valioso aporte del Chucky Arrieta, un pibe que apareció en la primera de Sportivo Barracas con apenas 15 años, y seis temporadas más tarde continúa ratificando las condiciones que prometía desde muy chico. «Queremos terminar bien arriba», dice, a propósito de la promisoria actuación de los de Pueyrredón en el Apertura». «Pensé que se iba a complicar más pero se nos dio y levantamos partidos que eran muy difíciles. Ojalá el torneo que viene se nos pueda dar el campeonato», agrega, ilsuionándose con un título, aunque sin lograr despojarse de esa cuota de timidez frente al grabador. Una timidez que, claro está dentro de la cancha no existe. «En lo personal estoy muy contento, aprendí un montón desde que estoy en el futsal. Todavía voy a seguir aprendiendo más, más con Leo Barrios». La opinión viene a cuento porque el actual DT de Agosto, es el mismo que lo puso en primera, cuando aún era un purrete de quinta división en el viejo Sportivo. En aquel club, el Chucky se afianzó junto a varios de los que hoy son sus compañeros. «Con los chicos me siento muy cómodo, aparte estoy feliz de volver a jugar con Juan», indica, en relación a que su hermano, cinco años mayor, también integraba aquel equipo.
Durante sólo una temporada, Arrieta estuvo separado de su clan. Fue en 2012, cuando pasó fugazmente por San Lorenzo. «Tuve buenos compañeros y buen técnico, pero no me daban muchos minutos. Y en el poco tiempo que jugué no supe hacer nada. No logré demostrar mis condiciones», es la autocrítica que ensaya sin tapujos. «Si te encontrás con gente nueva y encima no estás adaptado al sistema de juego se complica... Ahora que volví puede demostrar más, y aparte sabemos a lo que jugamos», concluye respecto de la experiencia vivida en el Ciclón.
Hace unos meses, tuvo el privilegio de vestir la casaca argentina en el Sub 21 de Venezuela. «Fue muy lindo, tenía muchos nervios, pero si nos dejábamos llevar por ellos no hubiéramos llegado donde llegamos. Fue un orgullo compartir el equipo con jugadores de primer nivel y un muy buen técnico. No pudimos con Colombia, pero jugamos mejor ahí que en otros partidos que ganamos. ¿Qué diferencias vi a nivel internacional? El tema del cambio, la marca, te presionan más, apenas tocás al rival te cobran fata, es un juego mucho más ràpido, se abre bien la cancha y se juega mejor. Afuera es distinto». Según Arrieta, «en la Selección me dijeron que aprendí a marcar mucho. Yo acá no lo hacía tanto pero ahora también trato de marcar».
El crack de 17 de Agosto forma parte de una familia numerosa y de origen muy humilde: «Somos ocho hermanos. Tres son mujeres y de los varones, los únicos que jugamos somos Juan y yo. Brian, el 97 -jugaba en San Lorenzo- dejó por problemas económicos». Los Arrieta viven en Villa Corina, en el sur de conurbano bonaerense. «Es lejos del club. Para ir, me tomo dos colectivos y me acerco hasta donde están Godoy o Miño, que me llevan en auto. Ojalá algún día pueda comprarme uno, pero por ahora lo veo difícil, reconoce. Y afirma que «más allá de algunas changas de albañilería que hago con mi viejo y mi cuñado», tiene el placer de dedicarse sólo al futsal. «No sé si servíría para otra cosa. El fútbol es lo más grande que hay. Me gustaría jugar en Italia alguna vez», señala. Se deduce que ello implicaría un progreso en el económico para al Chucky, aunque él aclara que «así podría ver para ver qué estoy, si aprendí algo o no aprendí nada».
La mala fama de su barrio, asegura, no es una dificultad para él: «Antes era jodido, ahora no tanto. Pero hay que estar atento, sino te pasan por arriba. Yo tenía amigos que se drogaban y robaban. Siempre que hacían eso, me iba para mi casa o me juntaba con otros pibes». Por último, sobre su particular apodo, concluye: «Menos mi mamá, que me llama por mi nombre, todos me dicen Chucky. Y la verdad, prefiero que siga siendo así».

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