Pasó mucho tiempo. Más de una década. En aquel 1999 que tan lejano parece ya, Pinocho ingresaba al futsal en Segunda División, de la mano de Jorge Maldonado, el hombre que le llevó el proyecto a la dirigencia del club y encontró la aceptación para comenzar la actividad en el club de Villa Urquiza. Así, se inició un largo recorrido. Maldonado dirigía la primera división y coordinaba el resto de las categorías. A su vez, un jovencísimo Ezequiel Gazzo ya tenía una presencia destacada, aunque, en ese momento, sólo como «hincha caracterizado», al mando de una bulliciosa tribuna. Los primeros tiempos fueron difíciles, pero cuando los chicos de las inferiores empezaron a nutrir a la división superior, todo cambió. Y después de tres temporadas en el ascenso, Pinocho ascendió con el mismo Maldonado en la conducción. Hasta que en 2003 se alejó de la entidad de la calle Manuela Pedraza, recalando en Villa Modelo. Allí llegó a ser finalista de la Copa Libertadores, pero luego también se alejó. Y tras un paréntesis de un par de años, regresó a Modelo. A comienzos de 2010 formó una dupla junto a Juan Carlos Gorostisaga y juntos, colocaron al rojinegro en el umbral de Primera División. Aunque las cosas no resultaron fácles para Jorge, que en julio debió ser operado de cáncer de colon. No obstante, siguió luchando, salió adelante y volvió a las canchas, inmerso en la emoción propia y la de sus dirigidos.
¿Y qué sucedía con Gazzo, mientras tanto? De a poco, iba dejando atrás su pasado tribunero. Primero, fue convocado por Facundo Ruscica para ser el preparador físico del plantel de Pinocho. Luego, fue entremezclándose en las cuestiones técnicas. Y cuando Ruscica emigró, la dirigencia le otorgó la chance de convertirse en técnico. El «Chequi» no desaprovechó la oportunidad y bajo su mandato, Pinocho prolongó su serie triunfal.
Pocas semanas atrás, Maldonado y Gazzo (junto a Oscar Trama) fueron los más votados en la terna «mejor técnico 2010» de los Alumni. En la entrega de diplomas realizada en la AFA se reencontraron, confundiéndose en un abrazo impensado diez años atrás, donde las circunstancias para uno y otro eran muy diferentes. Pero el destino lo había querido así. Ezequiel estaba alistando los detalles para los playoffs, ilusionado con una nueva vuelta olímpica. El mismo día de la entrega de diplomas, a Jorge le habían sacado la sonda con la que convivió durante largos meses. Se encontraba feliz por eso y porque su equipo, muy cerca se halla del ansiado retorno a Primera.
Charlaron, recordaron viejos tiempos y, como corolario, se fotografiaron juntos. Era una foto cargada de historia y sentimiento.
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